La pandemia COVID-19 está generando importantes impactos negativos en todas las industrias, siendo la cultura y el arte una de las más afectadas. En este escenario de incertidumbre y pérdidas, es vital activar mecanismos de apoyo a la industria cultural, como bien esencial que es para la sociedad, la economía y la identidad de nuestro país. Solo así lograremos salir de esta crisis con un sector que pueda recuperarse y crecer de forma sostenible.

Cristina Martínez-Tercero MolinaAbogada. Head of Madrid Office en PADIMA La cultura es una industria, creo que este hecho no admite duda alguna; de hecho, en España, este sector ha venido aportando a la economía nacional cerca del 2,5% del PIB. Sin embargo, eso no evita que muchas personas la consideren una industria de segunda, pues tradicionalmente se ha ligado el término industria a otros sectores productivos de corte más tradicional, mientras que cultura ha ido en gran medida unida al entretenimiento o diversión. Así, no es obvio para muchos (aunque debiera) que la cultura genera riqueza económica. Mucho menos considerarla una profesión que por sí misma es igual de válida, a nivel económico, que cualquier otra, cuando muchos grandes referentes a nivel mundial han denostado esta industria en multitud de ocasiones. Sin ir más lejos, Barack Obama instó a unos jóvenes en un encuentro en Winsconsin a destacar en asignaturas o materias que les ayudasen a “ganar más dinero que

una licenciatura en Historia del Arte” ; o el ministro de economía de Berlusconi opinó una vez que “con la cultura no se come”. Sin embargo, la realidad sabemos que es bien distinta; de hecho, es prácticamente contraria. Antes de la llegada de este virus que sigue azotando el mundo, la economía, la sociedad y lógicamente, la cultura, las industrias creativas (entendiendo este concepto en el sentido más amplio, incluyendo cualquier disciplina creativa y/o cultural como la televisión, la publicidad, el diseño, la música, el cine, las artes escénicas o el mundo editorial entre otros), representaban el 2,6% de la riqueza mundial y daban trabajo a 30 millones de personas (datos de la UNESCO). De hecho, suponía unos ingresos de casi 2 billones de euros, mucho más que otras industrias tradicionalmente entendidas como esenciales o productivas. (Para seguir leyendo, descargue el documento en pdf) Martínez-Tercero, C., "El impacto de la pendemia COVID-19 en la industria cultural española" en Revista de…

La propiedad intelectual (entendida en sentido amplio y comprendiendo por tanto no solo los derechos de autor sino también los de marca, diseño, patente, denominaciones de origen y muchos otros), tiene como uno de sus fundamentos subyacentes la proteccion y puesta en valor del acervo cultural e innovador de un país o región. La cultura, y sus diferentes manifestaciones, con patrimonio común pero muchas veces viene impulsada por creadores, autores o titulares que merecen proteccion y una contraprestación por su innovación y aportación al acervo común; la propiedad intelectual es la herramienta para todo ello.

I. INTRODUCCIÓN: CULTURA, INNOVACIÓN Y CREATIVIDAD. Por cultura podemos entender muchas cosas, en función de la perspectiva que elijamos. Por comenzar con una concepción homogéneamente aceptada, el Diccionario de la Real Academia Española define “CULTURA” como : 1. f. cultivo. 2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. 3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. 4. f. desus. Culto religioso. Para el cometido de este artículo, es relevante la tercera de las acepciones de este término, a saber; lo que se conoce habitualmente como acervo cultural, y aglutina tanto costumbres o hábitos tradicionales, como aquellos conocimientos de índole científica y artística que definen o caracterizan a una sociedad, civilización o época. Así, lo primero que llama la atención es que la cultura se asocia siempre con una época o grupo social, siendo por tanto un concepto cambiante y en

constante evolución. De hecho, esta realidad tiene mucha relación con la Propiedad Intelectual y su configuración como la herramienta idónea para protegerla. Y es que, desde el principio de los tiempos, los seres humanos han sentido la necesidad de manifestarse y plasmar su ingenio de forma que trascienda a su propia existencia y deje huella en la humanidad. El ejemplo más característico y primario que nos puede venir a la mente son las pinturas rupestres: en los tiempos de la prehistoria, en los que los intereses y necesidades de las individuos eran, huelga decir, muy diferentes a los de hoy en día (la vida se basaba en sobrevivir), ya se las ingeniaron para crear “óleos” mezclando los materiales que tenían disponibles (heces de animales, tierras de diferentes colores…), y plasmar en los lienzos disponibles (paredes de las cavernas o cuevas) escenas de su vida cotidiana. Estas pinturas, sea cual fuera la intención perseguida en el momento por sus creadores (lo…